Cuando la retórica inunda el
pensamiento, es necesario equilibrar el discurso con el corazón. Siempre he
pensado lo que digo y he revisado lo que escribo... Pero no puedo pensar ni
revisar mi corazón. Dejaré que fluya lo invisible en un mundo de semiosis, soplaré
fuerte, que mi aliento fluya hasta convertirse en roció, fresco, limpio, que
roce tu alma y apague el silencio con voz cálida sintiendo el tibio seno del
discurso. Llega el verano y la brisa entibia el panorama haciendo que el roció
se evapore lentamente, las hojas que están en la mesa acompañando las flores
del día llevadas con el propósito de adornar tu lugar, están cargadas de roció,
lo respiras al evaporarse y con el respiras mi aliento... Dentro de ti se
mezcla con el aire y llega a lo más íntimo de tu pensamiento, así se guarda en
el candor de tu mente. Se cumple el propósito de yuxtaponerme en tu alma,
tomaré tu mano al alba, la humedeceré con mi piel, llevarás en la tuya la marca
de tus sueños y los míos fundidos en la epidermis de tu ser. Así los sueños son
transformados por el rocío del verde de la mañana en experiencias que
trascienden lo conocido, entonces aflora lo afectivo en medio de una colorida paleta de
ideas que pintan el cuadro del recuerdo vivido, con la esperanza de otro
espléndido mañana como continuidad a lo espléndido de hoy. Vida apasionada, a
veces loca, intensa y otras veces equilibrada. No te vayas sin llevar otra gota
de rocío fresco del amanecer. Tómalo y espárcelo en tu piel, su frescura no da
espacio a la vacilación acostumbrada que lleva la pasión a nuestra
trascendencia en la nueva generación. Los frutos de cálidos momentos se repiten
en tiernas repeticiones del fuego encendido en lo íntimo de la noche enamorada
del silencio en el que se solo se oyen los deseos del corazón. Apagada la hoguera
con la luz de la mañana, el pensamiento renace y la imaginación vacila, lo
estoico se hace fuerte y guarda en el umbral de la puerta lo sublime de la
noche, a la espera de ser retomado a mi regreso en la dulce compañía de mi
amada. Más de veinte años tomados de la mano en un viaje al rededor del tiempo, a la cima del silencio y a lo profundo del alma.
Enrique León Marístany
Viaje al cielo en busca de mi amada
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